martes, 4 de enero de 2011

Capítulo 22. Estáis todos contra mí.

Sus manos estaban frías una vez que me dijo lo que quería, volver a un pasado, a un verano, volver a verle.
Sabía que no era una persona cualquiera.
Ellos sabían todo de mí, pero yo de ellos nada, me fié, sabía lo que pasaría, o quizás, esta vez me equivoque. Tenía que apuntarme a un nuevo campus, tenía que seguir mí vida, pero, ¿en cual? No di más vueltas, decidida me apunté en la DAAD.

Había hambre, no tenía mucho dinero, así que me aguanté de camino la habitación, allí tendría un poco más. No era suficiente, y si me lo gastaba no tendría para la cena. Un sobre pasó ligeramente por debajo de la puerta, ¡bingo! –Pensé- justo a tiempo, necesitaba dinero, 5.000 dólares. Tendría suficiente para estos días, dentro de poco me quiero mudar, aquí hace demasiado frío.

Cogí mi pluma marrón, y me dispuse a salir a la calle; dentro de unos días será noche buena, no quiero pasarlo sola, -pensaba mientras miraba los escaparates de una de las lujosas tiendas- pero seguro que me toca, no pasa nada…
Un restaurante un poco viejo me llamó la atención, tenía pinta de ser barato y poner buena comida. No había casi nadie, solo unos cuantos hombres, con barbas blanquecinas tomaban café y chupitos de güisqui. Todos me miraron, era extraño que una chica con el pelo negro estuviera por ese país, ya que todos o son castaños o rubios.

Tal cómo dije, la comida fue barata, y rica. Un chico de un metro ochenta entró al establecimiento, era de piel morena, pelo un poquito largo, castaño y vestía unos simples pantalones de chándal con un pluma negro. Se pidió también algo de comer, su cara expresaba tristeza. Seguí comiendo, lo que me quedaba, está más pensando en mis cosas que me entretenían y me separaban de la vida exterior. << ¡Quiero seguir viviendo mi propio puto cuento! >>

Me levanté de la mesa y me fui, aun que no puede, aquél muchacho se chocó contra mí, me caí al suelo de espalda, me dolía el culo.
- ¡Perdona! ¿Estás bien? –me ofreció su mano fría ocultando una risilla en su cara.
- Sí, claro, no te preocupes, las caídas de espalda son un lujo para mí.
- Perdóname, es que no te vi.
- Que no es nada, una caída más que menos en mi cuerpo. –salía por la puerta, no quería saber nada más del mundo, ya me ha dado más golpes, incluso la gente que no conozco. Alguien me agarró de la mano, me giré, era él de nuevo. - ¿Qué quieres?
- Pues, em, no sé, la verdad, creo que esto es tuyo… -era mío, era mi mp4.
- Gracias.
- De nada, creo que no me he presentado, soy David. – le miré de arriba abajo.
- Yo soy Candela, encantada. – le di dos besos cómo buena chica que soy y seguí caminando.

Rubén estaba en la plaza, jugando con más amigos suyos, no quiero que me vea, sería un total fastidio. Me vio, me saludó, solo se me ocurre agachar la cabeza, ponerme la capucha y seguir caminando, no quiero saber hoy nada de nadie, y menos de chicos. Un sms en el móvil. ¡Qué pesados sois los tíos conmigo! Grité en mi habitación. Marcos, mensaje, Marcos, mensaje. Mi móvil me lo anunciaba, creo que hoy estaban todos en mi contra hoy, hasta mi móvil.

Me daba igual si me echaba de menos, no le pienso contestar, paso de gastar saldo en él. Llamada…

jueves, 23 de diciembre de 2010

Capítulo 21. Alemania, ¿sabes qué...?

Colgué a Edu,no podía esperar a una decisión, mi vuelo salía ya. Sola viajaba hasta Alemania a buscar a mis padres.
Las lágrimas no me conmovían, pues era y soy fuerte. Marcos ahora es parte de mi pasado y lo aceptaré.

Era casi de noche cuando llegué, un viento frío, del Norte, dio en mi cara como si de una bofetada se tratara, dejando de sentir mis pómulos.
Un taxi me llevo hasta el hotel donde me iba a hospedar, era una gran habitación, una ventana daba a la antigua plaza donde, antiguamente nazis paseaban por esas plazas.
Estaba agotada, un calido baño de agua templada me relajaba. En mis pensamientos estaba él, como un recuerdo que no se puede esfumar por mucho que quisieras. No entendía casi nada, solo las cosas básicas.

Un chico rubio, de castaños llamó a la puerta, su cara salía deforma por la mirilla; “ahora salgo” grite. Un acento español se oía detrás de la puerta, estaba en toalla y así no podía presentarme.
En la puerta había una nota, había llegado tarde para abrir. Abría la hoja perfectamente doblada por la mitad << No te asustes –pensé->> Estaba en inglés, su ortografía era un poco grande, con alguna falta que otra, pero aun así la entendía.
“Mañana preséntate en la plaza, donde se hace el mercado, abrígate, no llegues tarde. 10:30”
¿Perdón? ¿Yo no iba a ver a mis padres? Lágrimas, pequeñas, recorrían mi cara, echaba de menos los abrazos de mi madre, y las amenazas de mi padre a los muchachos, pero eso se ha quedado atrás.

No podía dormir, daba vueltas en la cama, buscaba soluciones a problemas solucionados. Pero, ahora, tenía que afrontar el presente, saber que iba a hacer con mi nuevo futuro.

Me levante con ojeras, habría llorado mientras dormía. Me vestí con colores oscuros y un pluma negro, no sabía que podría pasar.
Había un extenso mercado, donde, cerca de allí, estaba la catedral. No sabía ni con quien o quienes me iba a juntar. Arrimada a una estatua el mismo chico que anoche vi por la mirilla se acercaba, detrás de él, un robusto hombre de barba blanca y un largo abrigo marrón. Sentía miedo.

Mire al chico de ojos marrones, el sol me daba en la cara, gracias a él puede visualizarle mejor, su rostro era perfecto y en una sonrisa cordial aparecía en su cara, dejando ver sus perfectos dientes blancos. Iba a cambiar de actitud, quería una vida nueva, le sonreí como si fuera una persona más de mi vida.

- ¡Hola! –Me gritó no demasiado alto- ¿Tú eres Candela? ¿La señorita recién llegada de Leeds?
- Hola –enarqué una ceja- Sí, soy yo, ¿el porqué de quedar aquí?
- Me llamo Rubén, lo de quedar aquí es por que mi tío te quiere enseñar varias cosas, espero que le hagas caso, no quiere que acabes como tu hermano. -¿Mi hermano? ¿Qué sabe él de mi hermano?
- En efecto pequeña. – La mano del hombre se poso en el hombro de Rubén, haciendo que se girara- Tu hermano renunció, espero que tú seas más fuerte y más lista.
Les miraba seria, para estaban locos, en determinados momentos hablaban en español, creo que no saben que les entendía, y si querían que luchara iban mal, demasiado mal.
Me levante de donde estaba sentada.
- Ustedes están locos, ¿cómo pensáis que YO Me voy a meter en semejantes líos?
Rubén me agarró del brazo, su mirada era impactante, y a la vez tierna, sus ojos hablaban por sí solos.
No quería escucharle, pero no me resistí, lo primero que dijo hizo que mis ojos se abrieran como platos.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Capítulo 2O. Viajar, es lo que quiere el personal.

Al parecer habían llamado mis padres a mi casa, y la noticia que me tenían que decir no era demasiado buena.
Deje a los cuatro tortolitos paseando mientras que yo salía corriendo del parque hacía mi casa.

Llamé a mis padres, un viaje ¿A dónde? Tenía que dejar todo, todo para viajar hacía Alemania. Se lo dije a Marcos, no fue buena su reacción y se fue a su casa, triste.

Como pude hice rápido las maletas, cogí lo esencial, tenía que estar en el aeropuerto antes de la una de la a medio día.
Media hora antes estaba allí, tenía un jersey negro con unos pantalones vaqueros y mis gafas de sol para ocultar mis ojos llorosos. Una llamada desconcertante en la puerta, María y Jennifer tenían novio; descolgué el móvil, no quería saber nada de ellas, ni de nadie.

Había mucha gente, lo peor es que no sabía en donde tenía que comprar los billetes del avión, solo sabía que salía uno a las dos. Un hombre vestido de negro excepto por su camisa azul se acerco a mi con andares despreocupados.
- ¿Eres tú la hija de Rosa y Tomás?
- Sí, soy yo ¿por qué lo pregunta? –me bajé un poco las gafas mientras le miraba amenazante.
- Tus padres me han encargado que te de unos billetes de avión y de la dirección de tu hotel, ten mucho cuidado, allí por la noche peligra. – cogí la carpeta azul marino sin preocupación y me alejé de él, no tenía ni un adiós en la boca ni en la mano y menos para alguien que no conocía.
Recordaba el pasado, ese que tuve en Leeds, toda mi vida quizás se había echo del pasado y ahora tendría que formar un futuro en Alemania, en donde hace más frío y su idioma casi no le entiendo. Pero tenía que hacer de tripas corazón.

Mientras leía sentada en un banco enfrente de una tienda de golosinas unos críos de unos ocho años, corrían por el pasillo jugando a ser un avión; uno de ellos llevaba una barrita de chocolate medio derretida por el calor del aire acondicionado << Pasa de ellos –pensaba- concéntrate en lo que estás leyendo, lo demás no tiene valor para ti >> el muchacho más bajito corrió detrás mía, el espacio era mínimo, pues mi banco estaba al lado de la gran ventana que permitía ver a los aviones despegar y aterrizar.
Al rato me di cuenta de que tenía un trozo de chocolate pegado en el pelo, quedaba media hora para que saliera mi avión y no me podía entretener en quitarme eso del pelo, era asqueroso.

Rápido como el viento fui a los lavabos y mojándome incluso el jersey conseguí quitarme ese asqueroso trozo y dejar mi pelo húmedo. Unas voces casi reconocibles salían de los baños de los caballeros.
- Estoy por ella, pero ella por mí no, es confuso e incluso rallante.
- Marcos, tío, no te ralles, mujeres como esa habrá más - ¿Cómo yo? –pensé.
- Como ella no hay nadie – Uno de ellos abrió la puerta, escondida detrás de la pared pude visualizar quienes eran; Marcos y Antonio habían venido al aeropuerto ¿para qué?
Decidida salí del baño chocando con Antonio el hombro y se diera cuenta de quien era la muchacha que había en el baño de señoras.
Los dos, corriendo detrás de mi como unos posesos hasta que me alcanzaron para que el imbecil de Marcos me preguntara << ¿Quieres salir conmigo? >>
Le rechacé, sabía que de momento no podía salir con nadie, podía haber más gente allí que me gustara incluso más que él y que fueran mejor.

- No te dejare ir sola, no quiero que te pase nada, mis padres me han dado suficiente dinero para un billete de avión y para un hotel.
No quiero separarme de ti. Eres mi vida desde el primer momento en el que nos peleamos.

Antonio estaba en ese momento, en el primer momento en el que nos peleamos, a él le saqué el dedo.

- Mira, no sé que decirte, si te quieres venir, vente, no te lo voy a impedir, pero, no me haré responsable de mis actos.
- De acuerdo –confuso respondió él. De camino a la cabina para subir al avión, mi móvil empezó a vibrar, Edu me estaba llamando, hacía demasiado tiempo que no sabía de él, me alegré mucho hasta que oí sus palabras.

martes, 30 de noviembre de 2010

Capítulo 19. Los muchachos nuevos.

Sabía que alguien me iba a interrumpir, y por desgracia olvidé haber dejado el móvil en silencio.
Un ligero pitido salía de el, un sms, de Jennifer, ¿una fiesta? No me había enterado de nada.

Íbamos caminado por la calle, tenía que cambiarme, aun tenía tiempo para decidir que me iba a poner, sabía que era una fiesta de disfraces… esta vez decidí sacar mi lado “salvaje putilla” cogí mi body negro, unas medias de rejillas, unas tacones de unos 15 cm y corriendo busqué mis orejitas de conejo, con el lazo que iba en el cuello.
Marcos había ido a por un coche, por que de momento él, podía conducir con total serenidad.

Al llegar a la casa de Jennifer, me quité la gabardina que ocultaba mi disfraz, me estaba mirando de arriba abajo, en realidad se le estaba cayendo la baba, me daban ganas de regalarle una maceta.
Su disfraz era de estas personas que llevan demasiado oro, y no, no son raperos, creo que se llaman… ¿canis? Sí, de eso mismo.

Una vez dentro de la casa, pude visualizar a Jennifer, estaba con Laura y con María, las tres, disfrazadas, estaban las tres cuchicheando, me libre de Marcos y me fui a cotillear de que estaban hablando, la verdad, me interesaba el tema.
Pude ver que en toda la fiesta no era la única putilla, había más, pero, en cambio estás chicas iban en ropa interior, me habían superado. Tenían menos vergüenza que yo.

Al parecer estaban cuchicheando sobre dos muchachos nuevos que acababan de conocer. Uno de ellos era alto, con meca al lado, pelo castaño y un poco largo, no le llegaba ni a los hombros, ni mucho menos, y su piel era blanca.
María le miraba con ojos tiernos, por su mirada se podía saber que se moría por besarle en aquél mismo instante. El otro chico era igual que el primero, pero con la piel más morena y un poco más alto. Jennifer no paraba tampoco de mirarle.

En un momento determinado, unas chicas se acercaron a hablar con ellos, eran unas verdaderas putillas, aparte de su disfraz. Enfadas, se acercaron a ellos dejando a Laura conmigo, en toda la fiesta no se separaron de ellos. En cambio, Laura y yo nos fuimos a la parte de arriba, a la terraza, aun que hacía un poco de frío aguantábamos. Estábamos recordando viejos tiempos, en los que la vida no era tan cruel, ni mucho menos como ahora.

Se había hecho tarde, la mayoría de la gente estaba demasiado bebida, en las condiciones en las que estaba Marcos no podía conducir, así que me toco a mí. Me daba pena dejarle en su casa, por que yo al día siguiente no le iba a llevar el coche, ni mucho menos.

María me llamó entusiasmada, había quedado con esos muchachos y con Jennifer, sé que uno de ellos se llamaba Josué.
Al parecer quería que fuera yo también con ellas, acepte, aun que fuera solo de sujeta velas.
Mientras que Marcos dormía con todo su oro falso sobre mi cama, empecé a leer, no sabía cuando parar.

Hasta la mañana siguiente.

En la que me encontraba sentada en el banco de un parque con un pequeño estanque de ¿patos? Allí, enfrente de mí aparecieron los dos muchachos, para disimular y por propio placer saqué mi cajetilla de tabaco y gustosamente me encendí uno, tenía que aprovechar ahora.

A los cinco minutos aparecieron, había escuchado toda la conversación de los dos muchachos, al parecer el amigo de Josué, Diego, era su hermano y exactamente estaba coladito por Jennifer, nada más que quería probarla, quería liarse con ella gustosamente, más bien la quería tratar como un objeto hasta ver si con ella funcionaría lo que él quisiera; Josué iba por el mismo camino, dentro de poco me vería parándoles los pies a los dos.

Seguía fumando mientras, “sujetaba las velas” mi memoria viajaba entre mis recuerdos, el móvil me empezó a vibrar, Marcos me estaba llamando, quería venir conmigo, había leído la nota que le deje, no tardo nada.
Sabía que hoy era 4, 4 de noviembre, y lo que más sabía era que él me tenía que contar algo y por teléfono no podía ser. ¿Qué sería? Estaba muy nerviosa.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Capítulo 18. Los sueños, a veces, se convierten en realidad.

Me sacaron de esa “misteriosa” casa. Al parecer esas personas eran mercenarios de mi padre por una cosa antigua, para mí, están chalados.
Me había quedado con la duda de saber que había pasado antes con mi familia, llamé a mi tía, ella sabría todo lo que yo quería saber.
Tras media hora de historias, llegó a la conclusión de que los largos viajes de mis padres no eran a un camping, eran a sitios como Arabia u otros lugares, ellos, tenían un gran comercio y a gente que quería asesinarlos, las personas que me secuestraron, esos, exactamente esos, eran gilipollas.

Me fui a casa, estaba agotada, mañana sería un día nuevo. A la mañana siguiente, caminando hacía el campus, me encontré con varías personas, pero pasaba de ellas, estaba en estos momentos más centrada en mi vida.
En clase de latín, un sms inoportuno, de momento no conocía el número pero de momento daba igual, no quería verme con nadie, solo, disfrutar de la paz de un día soleado.

Se me pasaron las clases volando, y no dude en irme al bosque, era en el único lugar donde nadie me molestaría, a no ser que dejara el móvil encendido, pero sabía que le iba a poner en silencio.
Saqué una manta y le estiré en el suelo calido por los rayos del solo que habían calentado las hojas caídas del invierno, a lo lejos, parecía una manta de colores rojos y amarillos.
De mi bandolera saqué un bocadillo, era normal, con unas tapas de lomo que me había pedido hoy en un restaurante próximo al campus, la verdad, la comida que hacían allí estaba exquisita.

Cuando terminé, me tumbe boca arriba, contemplando el despejado cielo azul celeste que había hoy en Leeds, por lo menos, hoy, no llovía, se estaba a gusto con una simple rebeca.
Se oían pasos, creía que iba a ser algún zorrillo, o quizás algún lobo, tenía que mantener el control, desde el otro día siempre llevo un arma para protegerme, no me puedo fiar de nadie.
Hice como si no diera importancia a los pasos, sentada, con un simple cuaderno encima de las piernas, escribía, como cuando era pequeña, un diario.

- ¡Hola, cuanto tiempo! – pegue un salto del susto que me había dado.
- Gilipollas, me has asustado, ¡como pretendes hacer eso! –me levante y empecé a pegarle en los brazos con el cuaderno- me tienes harta, ¡harta! –los pájaros salían volando de sus receptivos nidos asustados de las voces que daba.
- Wo, ya veo que estás mejor de tu pierna.
- Sí, gracias –le empecé a mirar por encima del hombro, no me podía creer que me hubiera seguido hasta aquí, hasta donde yo estaba.
- Sabes que te echo de menos –me empezó a dar besitos por el cuellos mientras se sentaba a mi lado, a veces, era demasiado tierno, ya sabéis quien. Lo aparté con la mano, no tenía ganas de sobeteos.

Me levante, alejándome de él, quería pensar, llorar, pero no podía ser, o era brusca como siempre, o todo empezaría de cero y lo que tenía de reputación y de etiqueta personal se cambiaría, en cambio, Marcos no pensaba así, se acerco a mi sigilosamente, y me abrazó por detrás.
<< Eres como el aire que respiro, te necesito conmigo... –me empezó a susurrar- no puedo evitar dejar de amarte, y sí, lo admito, si algún tío se te acercara a ti, me podría demasiado celoso, eres demasiado para mi >> me abrazó más fuerte, pegándome más a él, sentía su pecho junto a mi espalda, su respiración, me estaba poniendo roja…

sábado, 27 de noviembre de 2010

Capítulo 17. Condenada por la carne. Salvada por la sangre.

La cogí sin dudar, llevaba mi nombre, la leí detenidamente, esta tarde a las cuatro y media en el puente en donde mis padres se conocieron; sabía bien donde estaba ese puente.
Estar en casa sola me daba mala espina, así que preferiblemente salir a comer.

Me encontraba ya en el puente, a la hora justa, comiendo una pequeña magdalena de chocolate, cada mordisco era extremadamente exquisito.
En uno de los mordiscos miré al suelo, allí había otra carta, era igual que la otra.
Querían que me dirigiera a lo largo del puente, en la casa casi en ruinas, la que nadie ha ido a visitas nunca.

No lo dude unos minutos, salí corriendo, me chocaba con la gente que venía del camping o de andar, una de las veces creí ver a Marcos con Jennifer, María, Laura y Lydia, pero no me pare ni ellos se pararon para ver si era yo.
En la casa no había nadie, solo una nota; decidí entrar en la casa, no tenía miedo a lo que fuera a pasar.
Unas cuantas velas por el suelo que alumbraban la oscura sala y una pintada de los nazis.
Se oían pasos, pero a mi no me asustaba, seguramente que fuera algún pirómano; me pincharon algo en el cuello, a partir de ahí ya no recuerdo nada.

Me desperté sentada en una silla, la habitación estaba ambientada, tenía las manos atadas a los reposabrazos de la silla. Aun así, sentía que me podía mover.
Unos señores con el pelo engominado, que se parecían a Drácula, para no ir más lejos, se me acercaron a mí, y no, no me aguanté la risa.

- ¡¿De qué te ríes niña?! – La voz del primero era aguda y resonante.
- De lo que me sale de la punta de la lengua, ¿y tú quien eres para hablarme así? ¡Un respeto eh!
- ¡Dejadla!, aquí quien la va a hacer las preguntas soy yo, vosotros no tenéis que hacer nada. – le mire profundamente, este no era como los otros, tenía su pelo sin engominar, y unas fracciones de la cara demasiadas perfectas, sus ojos brillaban, no sé si me conocía, pero mejor no bajar la guardia.
- ¡¿Y tú quien eres?! Otro chalado como tus amiguitos ¿no? A mí no me toques.
- Tranquila, te conozco desde que eras una pequeñaja, con chupete y pañales, - hay me había humillado.- nada más que ahora te toca saber un gran secreto que solo yo te puedo contar.
- Vale, muy bien, pero, ¿es necesario que me ates las manos a la silla?
- Sí, te hemos estado observando a lo largo de tu vida, y sabemos como irías a reaccionar.

Puso un video, no sé para qué, pero si le hace ilusión no voy a ser yo quien se la arruine.
Aparecían fotos mías, de cuando era pequeña, cosas que nunca me e llegado a acordar, cosas que nadie me llegó a explicar, cosas que resultaban ser del pasado.
Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver a mi hermano, al que hacía ya bastante tiempo que no veía que no iba a volver a ver.
<< No llores, se fuerte – me dije – tienes que aguantar, como la chica fuerte en la que te has convertido. >>

Me soltaron las manos, rápidamente me tape la cara, para ocultar esas lágrimas traidoras; note como una mano me acariciaba la espalda; Levante la cabeza, no me dio tiempo a hablar, cuando, ya empezó a hablar.
- Estás condenada por tu carne, ese no debería ser tu cuerpo, ni tus ideales, principales, te tendríamos que matar por todas esas cosas que haces, pero estás salvada por tu sangre, sangre que nadie, excepto tu familia y tus sucesores llevaran, nosotros seremos quienes te cuidaremos.
No le entendí. ¿Qué quería decirme?, especial, ¿yo?

Me levante de la silla, y con todas mis ganas me dirigí a la puerta, no tenía más ganas de estar allí, me estaban diciendo que no me podía ir, ahora bien, ¿soy yo la que lleva el mando?

lunes, 22 de noviembre de 2010

Capítulo 16. Volvamos al pasado, solo por hoy.

- Candela, ¿Por qué eres, así… así de fría?
- La verdad, es por una sola razón… nadie excepto mi familia, la sabe, y creo que será mejor que la sepas tú… - me miro con cara preocupante, me estaba guardando las lágrimas- Hace ya, casi un año, más bien dos, hubo un accidente de tráfico en el que murió un hermano mío, desde entonces, la gente dice que mi familia no ha cambiado, que toda ella sigue siendo tan perfecta como era, y como seguirá… y de momento, yo no me puedo engañar, en mi familia ya no hay nada perfecto, solo esa soledad que se ha quedado en mi, en mi familia, en mi personalidad, y quieras o no, eso me ha afectado mucho, por que, era la única persona que me comprendía y… -ya no aguantaba más, empecé a llorar.

María, como la típica niña que era, me abrazó para consolarme, y sus palabras, esas palabras dulces que salieron de su voz me consolaron aun más. De repente, un pitido salía de del pasillo, era el telefonillo, estaban llamando, rápidamente, María, de un brinco se incorporó en el suelo y fue como una bala hacia el. Abrió a una persona, y con una sonrisa de oreja a oreja me dijo que iba a venir una persona que sería muy especial para mí, o se supone que ese era el mensaje para mí.

Un muchacho, corpulento, de pelo castaño apareció por la puerta con un ramo de rosas, definitivamente era Marcos, estaba preocupado por mí, OH que sincero; dejó el ramo de rosas en la mesa del salón, esa mesa que adora mamá, y calidamente, me dio un abrazo de los suyos.
María miraba con cara de ternura y yo la miraba con mala cara, pidiéndola, por favor que no se fuera, pero como ella quiso, se fue, dejándonos solos.

Mire por la ventana, sabía que estaba con Jennifer, me saludaron las dos con una sonrisa amplia y un “luego nos cuentas maja”
Me giré, Marcos me estaba mirando, sabía que había tenido un especial contacto con mi ex, sabía que se lo habían dicho, sabía que me había dicho que nunca me quiso, sabía demasiadas cosas sobre el día en el que estuvo llorando por mí, no me lo podía perdonar, tampoco me podía perdonar abandonar a un amigo, aun él era demasiado para mí.

Le eché de mi casa, quería estar sola, quería tener un tiempo para mí, sin nadie a mi alrededor, no quiero importarle a nadie, solo quiero ser una minúscula partícula de este inmenso mundo.
Empecé a leer ese diario que tenía desde hace tiempo, ese en el que escribía las cosas que decía de él, me gusta recordar esas partes bonitas, bonitas y sencillas que hacen que una mujer se sienta especial.

<< Querido diario, hoy, nueve de mayo, estoy empezando a salir con ese chico al que vuelve tan locas a las chicas, creo que ser maja con él me ha ayudado a salir con él. Ahora soy la envidia del barrio, aun que nunca me ha gustado seguir las mismas modas de la gente, incluso, nunca me ha gustado el mismo tío que a las demás personas, pff… Pero es que es tan bueno, y tan sensible… no lo quiero dejar nunca… >>
Esas cosas se decían antes, ahora te arrepientes de lo ocurrido ¿no tonta?

Me mataría ahora mismo por todos esos fallos que he cometido a lo largo de mi vida. Ahora, no sabía que hacer y seguramente que los mismos imbeciles de todos los días empezarían a tocar las narices llamando a los timbres.
En la puerta, había una cara, el sello, si se puede decir eso, era una huella, pero de perro, me sonaba de algo, pero no sabía de que…